jueves, 25 de septiembre de 2008

La mesa de operaciones

¿ Cómo había llegado hasta allí. ? Que hacía en aquella mesa de operaciones

rodeado de toda aquella gente.?

-No puede ser, el que dá lasórdenes soy yo, soy médico, alto guapo, todas las

enfermeras se rinden a mis piés.

Mis eruditos conocimientos deslumbran a todas las novatas residentes,

lánguidas, dulces, dispuestas a aprender y a batallar en este espeso negocio

de la medicina.

Es posible que sólo sea una pesadilla.

Intento hablar,preguntar, no puedo, estoy entubado y conectado al respirador,

un paño ésteril cubre mi rostro.

-Está despertando, por favor un poco más de propofol.

Desciendo a la nada.

Aquí en la nada, aparecen ante mí rostros de pacientes que yo traté, sin mirarlos

a los ojos, sin ponerme en su piel.

Heridas abiertas putrefactas que molestaban mi sensible olfato. Gestos de profundo

dolor que prefería ignorar.

Agonías interminables, donde faltaba valor para luchar por una muerte digna.

No puedo respirar, mover las manos, las piernas, me resulta imposible.

Oigo la voz de una enfermera que le comenta a otra.

-Sí ésta mañana, parece ser, que alguien vió como al salir de su coche cayó al suelo.

-Un infarto-

Vaya, así que acabo de infartar, bueno menos mal que empiezo a reconocer las

voces. Con lo mal que me cae éste colega cardiólogo. Siempre con sus charlas

terapéuticas, tratando a todos como si fuesen de su propia familia.

Ahora gracias a él...

Pierdo el sonido de las voces, siento un profundo mareo, no sé que ocurre.

Atropina rápido, rápido, hay que recuperar esa frecuencia.

Despues de este momento de verdadera tensión, todas las miradas se

dirigen a la pantalla del monitor.

Respiran con cierto alivio.

Lentamente comienza otra vez a reconocer ciertos sonidos, caracteris-

ticos de éstos sitios.

Abre los ojos, mira el techo blanco, sabe que está en una cama, en la U. C. I.

Está sólo, fuera de peligro, el lo sabe.

De pronto siente como si su pecho se hiciera mas amplio, más blando.

Una profunda emoción encharca sus ojos, se hace el dormido, no quiere

que nadie le vea en este momento.

Alguien con uniforme azul pasa por delante de su cama, se acerca al carro de curas

coge un paquete de gasas, toma una en sus manos, le seca esas lagrimas y se vá.

2 comentarios:

Susi DelaTorre dijo...

Encantada de ver tu nuevo blog!
Tu creatividad merece tanto espacio... un bico enorme!!

Azpeitia poeta y escritor dijo...

Que bello comienzo de tu blog...una historia que nunca termina...la historia del dolor humano...que bien la has sabido reflejar...un beso desde azpeitia


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